viernes, 15 de abril de 2011

RENE DESCARTES

RENE DESCARTES


[1] (La Haye en Touraine;[2] 31 de marzo de 1596 – Estocolmo, 11 de febrero de 1650) fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la filosofía moderna, así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica. Formuló el célebre cogito ergo sum, elemento esencial del racionalismo occidental. En física está considerado como el creador del mecanicismo, y en matemáticas, de la geometría analítica. No obstante parte de sus teorías han sido rebatidas —teoría del animal-máquina— o incluso abandonadas —teoría de los vórtices. Su pensamiento pudo aproximarse a la pintura de Poussin[3] por su estilo claro y ordenado.

Su método filosófico y científico, que expone en Reglas para la dirección de la mente (1628) y más explicitamente en su Discurso del método (1637), establece una clara ruptura con la escolástica que se enseñaba en las universidades. Está caracterizado por su simplicidad —en su Discurso del método únicamente propone cuatro normas— y pretende romper con los interminables razonamientos escolásticos. Toma como modelo el método matemático en un intento de acabar con el silogismo aristotélico empleado durante toda la Edad Media.

Consciente de las penalidades de Galileo por su apoyo al copernicanismo intentó sortear la censura disimulando de modo parcial la novedad de las ideas sobre el hombre y el mundo que exponen sus planteamientos metafísicos, unas ideas que supondrán una revolución para la filosofía y la teología. La influencia cartesiana estará presente durante todo el S.XVII: los más importantes pensadores que le sucederán desarrollarán sistemas filosóficos basados en el suyo; no obstante, mientras hubo quién asumió sus teorías —Malebranche o Arnauld— otros las rechazaron —Hobbes, Spinoza, Leibniz o Pascal.

Establece un dualismo sustancial entra alma —res cogitans, el pensamiento— y cuerpo —res extensa, la extensión. Radicalizó su posición al rechazar considerar al animal, al que concibe como una «máquina»,[4] como un cuerpo desprovisto de alma. Esta teoría será criticada durante la Ilustración, especialmente por Diderot, Rousseau y Voltaire.

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